miércoles, 8 de octubre de 2014

El que hacía falta, Nicolás

 
Nicolás, el prepósito de la degenerada y degenerante Societas I. ha dicho una de esas cosas que dicen los perturbadores cumpliendo su oficio, una de esas cosas que escandalizan y que merecen piedra de molino al cuello:

«Puede haber más amor cristiano en una unión irregular que en una pareja casada por la Iglesia»

Eso ha dicho Nicolás (con la sombra de Martini revoloteándole por encima de la coronilla).

Siendo Nicolás el jesuita cabeza de la jesuitez, lleva en sus genes jesuíticos aquel perverso equívoco que afloró ya en Ricci y remató en de Melo, esa especie de pancristismo indiferentista que ve asimilable a Confucio, compatible a Brahma y cotangente al Shinto. Todo es digerible, traducible, intercambiable (siendo Cristo el sustituible/transferible).

Por eso pronuncia esa sentencia escandalizante que lleva implícita su lógica premisa: Al decir que en una unión pecaminosa puede haber virtud cristiana, dice también que en el Sacramento del Matrimonio podría no haber gracia. Ergo Nicolás está diciendo que quizá sea mejor un estado de pecado que una vida en gracia. Ergo ¿para qué sirve el Sacramento, si el fornicar de los enamorados es virtud?

Se permite Nicolás bromear recordando los problemas de San Ignacio con la Inquisición, como si él (o quizá estuviera pensando en otro más conspícuo) se equiparara en la actualidad, verbis operibusque, con el Santo de Loyola.



Cuando el otro dia PP Franciscus celebraba los 200 años de la restauración de la Compañía de Jesús, yo me preguntaba si no hubiera sido mejor haberla dejado extinta, tal y como quedó con el Papa Clemente XIV, sin la rehabilitación graciosa de Pio VII. Porque me preguntaba qué pesaba más, si el bien obrado por la Compañía a la Iglesia entre Pio VII y Pio XII o el daño infligido a la Iglesia por los jesuitas desde Juan XXIII al presente PP Franciscus.

Que el Cielo lo juzgue. Pero si al árbol bueno se le reconoce por sus frutos, los frutos del árbol contemporáneo-postconciliar de la S.I. son nocivos sin comparación.

La Iglesia sería hoy mejor sin la Compañía de Arrupe y de Nicolás (y demás).


+T.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Ricci Nicolás y Melo aunque dentro de la orden nada que ver con el santo Ignacio, la orden se maleó luego del vedos.

Anónimo dijo...

Creo que el humo de satanás que entró en la Iglesia lo primero que hizo fue cambiar el concepto de "Amor" cristiano por el mundano. De allí todo fué cuesta abajo.

Blas

Anónimo dijo...

Habla igual que el inefable Padre Felipe Berrios, cuyos exbruptos tenemos que soportar cada cierto tiempo en Chile (si no fuera suficiente con los terremotos y los socialistas). Se ve que la "Compañia" los adoctrina igual a todos.
Rodrigo

Genjo dijo...

Este jesuita, como el dominico del otro día, no es ya que diga disparates, dice disparates meditados.

Un hijo de san Ignacio dijo...

Este también tiene la mirada torva.
¡Vaya regalito de hombre!
Y es el General de la Compañía...

¡Ven pronto Señor, y explícanos por qué tanta defección y abandono en tu Iglesia!

Unknown dijo...

Para completar el aserto; "los frutos del árbol contemporáneo-postconciliar de la S.I. son nocivos sin comparación." Es de rigurosa exigencia sugerir la Lectura de Los Jesuitas de Malaki Martín...

Anónimo dijo...

Con respecto a los comentarios de la nota del blog aletheia, me recuerda que Dios corrige a los que ama y también me recuerda al sacerdote Helí que por amar más a sus hijos que a Dios no los corrigió y Dios los tuvo que castigar.

Anónimo dijo...

Aleteia me parece un blog asqueroso!
Rodrigo

Luis López dijo...

En el fondo, esta frase lamentable responde a una de las grandes aberraciones de la teología contemporánea: confundir e identificar la naturaleza con la gracia.